¡Prójimo! Hermosa expresión, exaltada por Jesús, al punto de colocarla en lo más alto de cualquier pedestal. Jesús, resume toda la Ley, en dos mandamientos (Mar. 12:30-31) “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” ¡Amar a Dios, más que a uno mismo y amar al prójimo como a uno mismo! Llaman la atención las dos advertencias finales de Jesús registradas por Mateo y Marcos:
- “De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mt 22:40).
- “No hay otro mandamiento mayor que éstos” (Mr 12:31).
Amar a Dios de esa forma, nunca generó discusión de ninguna índole. Pero acaso, ¿Ocurre lo mismo con el segundo mandamiento, el cuál es semejante? Debemos pensar que, para Jesús, no hay otro mandamiento mayor que “amar al prójimo como a uno mismo”. Él no dijo que hay que amar como a uno mismo la Palabra o el evangelio; sino al “prójimo”.
La primer gran pregunta para todos nosotros, es la que hizo aquel intérprete de la Ley cuando increpó a Jesús, diciendo: “¿Quién es mi prójimo?” (Lc 10:29). La respuesta del maestro no se hizo esperar por medio de la aleccionadora parábola del “Buen samaritano”.
Prójimo: (πλησίον) Literalmente, “cerca”. El prójimo, el próximo, sencillamente es toda persona que “está cerca” en nuestro “yendo” de cada día. No solo una persona, que existe, respira y camina con lo “externo”, sino que posee un mundo “interno” mente, alma, corazón y espíritu en un cuerpo (1Tes 5:23). Que tiene una vida, con la cual “no puede solo”, con infinitas necesidades insatisfechas. Una persona que clama por ayuda, cada una como puede y sabe. Creyente o no; amigo o enemigo; bueno o malo, sin ninguna clase de discriminación.
Creemos que ha sido, muy negativo para el evangelio, haber secundarizado tanto éste sustantivo y haberlo reemplazado por otros como “incrédulo” o “inconverso”.
Es muy difícil amar un “incrédulo”; pero no así a un prójimo. Como creyentes no debemos cambiar el corazón, sino simplemente la manera de ver a quienes vamos a llevar a Cristo: como prójimos mucho más que como “incrédulos”.
La otra pregunta sería, ¿qué incluye amar a un prójimo como a uno mismo? Más allá de todo análisis contextual y gramatical, es concreto que “amar” siempre, siempre concluirá en “buenas y oportunas obras” en favor de cada prójimo. Es involucrarnos sin permiso en sus vidas y necesidades; para eso, no necesitamos ningún programa eclesiástico especial, ni material alguno. ¡Solo necesitamos amar!
No debemos “amar al prójimo” con el fin de predicarles; sino que amarlos, es el fin lo que inevitablemente incluye llevarlos a Cristo. Esto nos separa de todo acto “proselitista” político o de cualquier otra índole.
En JUnTOS, hemos animado en todas las iglesias a no hablar ya de “inconversos” cuando nos referimos a personas no salvas, sino hablar de “prójimos” no creyentes.
Dios ve al hombre como un prójimo a quien amar.
ArtÍculo redactado a partir del libro “Visión ABCD de la misión y el evangelismo integral”.
Compartí este artículo
Comentarios:
Deja tu comentario a través de tu cuenta de Facebook.